martes, 5 de julio de 2011

CUANDO EL CUENTO ACABA EN PESADILLA

La violencia de género, violencia brutal hacia las mujeres, la desigualdad por la identidad sexual y el rechazo hacia cualquier forma de vivir o pensar diferente a la mayoría son elementos que hacen que una sociedad no sea ni justa ni igualitaria.
Este fin de Semana mueren dos mujeres a manos de sus parejas, empezamos la semana con otra mujer que pierde la vida y que había denunciado y retirado en varias ocasiones, una sociedad que aún hoy debe crecer y hacerse a sí misma para educar a todos en igualdad de valores.
Tras años de patriarcalismo y machismo, a una parte de la población les cuesta trabajo entender que nosotras las mujeres debemos coger las riendas de nuestra vida y debemos actuar para lograr y conseguir lo que nos propongamos, es aquí cuando me viene a la cabeza el síndrome princesa, ha llegado el momento de dejar de esperar a los príncipes azules que nos salvarán a galope en caballos blancos, Cenicientas, Blancanieves o Bellas Durmientes deben de dejar de ser simples objetos pasivos para ser ellas las que se salven de los demás y a veces de ellas mismas, con sus dudas e incertidumbres.
Ya está bien de contar siempre los mismos cuentos, de niñas inocentes e ingenuas que siempre esperan la salvación y de niñas que por ser un poco curiosas siempre acaban en las garras de un lobo feroz como la tierna Caperucita Roja, “pobre de ella con su traje rojo y una cesta, quien la mandaría a ser tan atravedida”.
Debemos cambiar la historia, no se puede tolerar que en poco más de medio año sean más de 30 mujeres las que han muerto a manos de sus compañeros o excompañeros.
Debemos caminar con hombres y mujeres, mirarnos a los ojos con igualdad y respeto y a partir de ahí debemos construir una nueva sociedad en la que todos caminemos juntos y hacia un único horizonte. Por suerte cada vez hay más hombres que nos acompañan en este camino sin ellos condenando a sus congéneres este camino sería más difícil. Pero por suerte contamos con buenos compañeros.
Hasta ese momento no sólo hay que sacar la tarjeta roja, una y mil veces, sino que también debemos estar atentas para que los roles no se sigan repitiendo en un futuro y podamos caminar hacia delante sin ninguna atadura.