miércoles, 6 de mayo de 2015

A EXTREMADURA SE LA SIENTE

Cuando era niña pensaba que ser Extremeña era engalanarse con el traje e ir a la Ermita de Belén para bailar nuestros bailes regionales con motivo del día de Extremadura en la Escuela, cuando crecí supe que era mucho más.


Quienes tuvimos la suerte de crecer y aprender a amar nuestra tierra, nos duele.

Lo que más me duele es el persistente complejo de inferioridad que los Extremeños y Extremeñas seguimos teniendo a pesar el paso del tiempo y los logros conseguidos, aunque aún quedan muchos por conseguir.

Seguimos pensando que somos menos que los de fuera, y nos olvidamos del carácter fuerte, persistente y tenaz de los hijos e hijas de una tierra vasta y dura, que supieron luchar contra viento y tempestad. Como las vides casi inertes que se ensortijan en invierno para brotar en primavera y regalarnos la vida en verano.

El sentir extremeño se arraiga a nuestra alma cuando nos agachamos para coger un puñado de nuestra tierra arcillosa y, a la vez que cae por los dedos, miramos al frente y con la cabeza alta sabemos que todo lo que vemos tiene un pasado, un presente y, lo mejor, queremos que tenga un futuro.

Un futuro que está a nuestro alcance, sólo debemos respirar y mirar para saber que conseguiremos todo lo que nos propongamos, porque ni somos más ni menos que los demás, sólo tenemos que creerlo y soñar, porque los sueños están para perseguirlos.

Una vez alguien me dijo que lo fácil era marcharse de aquí y querer a la tierra desde la distancia, pero eso no es valiente, eso es una huída, y somos muchos los que no queremos huir.



Nuestra ilusión es sentir a Extremadura desde dentro, y ayudarla a levantarse y crecer, tenemos todas las posibilidades a nuestro alcance, por eso, apostar por Extremadura, sentir con ella, y crecer con ella es de los mayores sueños que el hijo de la encina y de la vid puede tener.